Ya hay estudios longitudinales que han aportado pruebas de los efectos a largo plazo de la educación emocional: mejores relaciones interpersonales, sociales, familiares; mejor percepción de bienestar y satisfacción en la vida, menos problemas y conflictos; e incluso un sueldo más alto.
¿Cómo influirá en su desarrollo y su vida adulta haber educado un niño emocionalmente inteligente que sepa gestionar sus emociones?